En esta ocasión nos dirigimos al emblemático pueblo de Santo Domingo de Silos para disfrutar de la excursión de fin de semana de este año, una salida con un marcado carácter divulgativo y paleontológico.

Si bien la famosa localidad burgalesa de Silos era el punto de reunión del grupo, y por así decirlo, base de operaciones, el destino del primer día era Salas de los Infantes, otra no menos histórica localidad, cuna de la leyenda de los Siete Infantes de Lara, y que alberga un importante museo paleontológico donde se reúnen parte de los significativos hallazgos realizados en esta parte de la sierra de la Demanda.

En la sala de paleontología de este museo se expone una de las colecciones más importantes de dinosaurios de la Península Ibérica. Los restos datan principalmente del Cretácico Inferior, hace unos 140-120 millones de años, pero también se recogen algunos fósiles más antiguos, de finales del periodo Jurásico y de finales del Cretácico, cerca de la extinción de los dinosaurios.

También pudimos ver restos fósiles de tortugas, peces, cocodrilos, y moluscos. No obstante, la “estrella” del museo es un fémur de 1,10 metros perteneciente a un dinosaurio rebaquisáurido perteneciente a una nueva especie de dinosaurio: el Demandasaurus darwini, cuyo nombre indica claramente su lugar de descubrimiento, la Sierra de la Demanda.

Un completo recorrido por el museo nos permitió hacernos una idea de cómo era el clima y la fauna de esta zona hace millones de años.

Nuestra siguiente parada fue Hacinas, famosa por los espectaculares troncos fósiles de coníferas hallados en sus alrededores. En el Centro de Visitantes del Arbol Fósil de Hacinas pudimos conocer diversos yacimientos de árboles fósiles repartidos por todo el mundo, y particularmente todo lo relacionado con los encontrados en esta zona de Burgos, en particular el Protopodocarpoxylon haciniensis, especie exclusiva de esta zona.

Se trata de restos fosilizados de grandes árboles que crecían en esta zona hace unos 120 millones de años, y que probablemente fueron derribados por una gran tormenta, y más tarde cubiertos de sedimentos.

Con el enterramiento de los troncos a mayor profundidad, y el aumento de presión y temperatura, la sílice disuelta en el agua atrapada dentro del sedimento comenzó a reemplazar la celulosa original, en un proceso progresivo y prolongado en el tiempo. Ello permitió que el proceso de solidificación de los troncos preservara una parte importante de la estructura original de estos gigantes vegetales. Y ello hace que se pueda estudiar estas especies de árboles de una forma privilegiada.

Todavía impresionados por la magnitud temporal de las eras geológicas, nos dirigimos a la cercana localidad de Castrovido, donde se encuentra la Cantera Cavila , en cuyos alrededores pudimos reconocer multitud de restos fósiles de ammonites, belemnites, bivalvos…

Esta última parada fue aprovechada por algunos socios para visitar las ruinas del Castillo de Castrovido, fortaleza del siglo IX, y recientemente reconstruida.

Con una tormenta veraniega amenazando volvimos a Silos, donde nos esperaba una agradable cena.

El domingo comenzó temprano para algunos compañeros, que no quisieron dejar pasar la ocasión de escuchar en vivo el canto gregoriano entonado por los monjes del Monasterio de Silos. A la vera del famoso ciprés que domina el recinto, pudieron asistir al oficio de Laudes, a eso de las 07:30, que si bien no tan exigente como el maitines, sí que supone un considerable madrugón (el paseo por sus calles no)

Tras el desayuno, y con el cuerpo y el espíritu reconfortados, pusimos rumbo a Monterrubio de la Demanda, con el fin de encontrar las antiguas labores de la mina Buena Precaución, donde se extraían minerales de cobre y plata. Tras una ardua subida, tanto por el calor reinante como por la pronunciada cuesta, accedimos a una explanada en la que se encuentran la bocamina y las escombreras.

A pesar de un sol de justicia, poco a poco buena parte del grupo se encaminó a las escombreras donde pudimos recoger muestras de tetraedrita, malaquita, y azurita.

Ya casi al mediodía cambiamos los martillos por los bocatas y tras un rato de descanso volvimos al pueblo y de ahí a los coches, poniendo punto y final a esta excursión por tierras burgalesas.