Cuando realizamos el calendario de excursiones siempre hay algún destino que desde el primer momento destaca entre los demás, y se espera con impaciencia desde el mismo día en que se conoce. Y Ambasaguas y sus famosas piritas es, sin duda, uno de ellos.

Quizá por la costumbre de ver ejemplares en las ferias, por la cercanía, o porque siempre lo lejano parece mejor, la verdad es que tendemos a minusvalorar la singularidad y espectacularidad de las piritas riojanas, sin duda un referente mundial en esta especie mineral.

Singularidad que se extiende al hecho de que tanto este yacimiento como el cercano de Navajún sean las dos únicas explotaciones mineras existentes en España dedicadas a uso exclusivamente coleccionístico, y en las que consecuentemente hay que pagar para poder acceder y picar en ellas.

Se trata de un tipo de explotación comercial bastante extendido en otros países, de ahí que anualmente sean numerosos los grupos de aficionados foráneos que se acercan a La Rioja para deleitarse no sólo con sus vinos, sino con el espectáculo que suponen las cientos de piritas brillantes que jalonan las paredes margosas tanto de Ambasaguas como de Navajún.

El cercano municipio de Arnedo nos sirvió en esta ocasión como base de operaciones, y fue ahí donde un gran número de socios y familiares nos dirigimos el viernes 20 de septiembre de 2013.

Ya desde el primer momento, incluso durante la cena, se notaba que había ambiente “piritero”, y quién más quién menos fantaseaba con lo que al día siguiente iba a llevarse en la mochila.

El sábado a primera hora una caravana de coches abandonamos Arnedo rumbo a Ambasaguas, lo cual supone una excursión que no transcurre precisamente por autopista. La capa de polvo que acumularon los coches en la pista de tierra que da entrada al pueblo, da buena fe de que los accesos no son precisamente lo mejor de la comarca.

Por otro lado, hay que decir que Ambasaguas sigue existiendo gracias al yacimiento de piritas, porque de otra forma sería uno más de los núcleos deshabitados tan abundantes en esa zona de La Rioja.

Si la pista ya había supuesto una prueba, pasar por debajo del puente, atravesando el río seco, hizo que más de uno apostara por dejar el coche algo más alejado temiendo por la integridad de los bajos del mismo. El resto entró hasta el mismo jardín de la casa de Manuel Urruchi, que ya estaba esperando nuestra llegada.

Tras charlar un rato con él y formalizar el apartado económico de la visita, nos dirigimos camino arriba hasta la zona donde íbamos a picar, y que podría corresponderse con el filón Elena, uno de los que existen en la explotación.

Ya mientras el grupo avanzaba cuesta arriba, más de uno no podía resistir la tentación y se agachaba en busca de la primera pirita del día. Inevitable aún a sabiendas de lo que esperaba unos cientos de metros más adelante.

Pronto llegamos a la explanada que precede al hueco donde íbamos a buscar las ansiadas piritas, y en esta ocasión no hubo ni tiempo para las explicaciones geológicas, el tiempo corría y en un abrir y cerrar de ojos un par de docenas de martillos se afanaban en extraer piritas de la pared.

Tarea ésta que no es tan sencilla como parece. La fragilidad de la roca en la zona donde se estuvo picando hacía complicado conseguir trozos sin que los cristales saltaran o se partieran.

Precisamente el hecho de que las piritas aparecieran rotas o se fragmentaran con gran facilidad fue uno de los grandes inconvenientes de la jornada.

Por el contrario, la abundancia de piritas en el frente de explotación era más que evidente, resaltando sobre todo cuando el sol hacía brillar los cristales. Con el transcurso de las horas pudimos conseguir ejemplares tanto sueltos como en matriz, que si bien no excesivamente grandes, sí que cubrían buena parte de las morfologías que se dan en este yacimiento.

Comimos a pie de obra como se suele decir, y animados por los bocadillos y, todo hay que decirlo, por un reconstituyente patxarán casero, todavía tuvimos fuerzas para un último embite.

Quien ha visitado este yacimiento u otros similares ya sabe lo que sucede al final de la jornada, ha podido más nuestro furor extractivo que la resistencia de nuestra mochilas y nuestras espaldas. Menos mal que pudimos bajar el material con la ayuda de una máquina hasta la zona de los coches.

Allí, tras cargar cada uno sus pertenecías y “tesoros” en su vehículo, dimos por terminada la  gjornada, y regresamos a Arnedo.

Quien pensara que era tiempo de una cerveza y esperar tranquilamente la hora de cenar, se equivocaba, ya que antes del merecido descanso tocaba visitar el Mueso de Ciencias Naturales de Arnedo, de la mano de su alma mater, Santiago Jiménez.

Este museo fue creado en 1975 con los fondos provenientes de la colección Iberdrola y del propio Santiago Jiménez, y que posteriormente se ha visto ampliado a raíz de los numerosos hallazgos paleontológicos realizados en los alrededores, como por ejemplo, las icnitas de dinosaurio localizadas en diversos municipios cercanos.

Ya con la noche encima, y tras despedirnos de Santiago Jiménez y agradecerle la visita al museo, fuimos a cenar, que tras alimentar el intelecto, el estómago reclamaba su momento de gloria.

Casi sin darnos cuenta, estábamos de nuevo en pie una soleada mañana de domingo, y con otro destino en mente antes de volver a casa: las minas de Jubera.

Estas antiguas minas de plomo, denominadas también Túneles de los Moros, explotadas entre 1945 y 1958, aunque conocidas desde tiempo atrás, han sido reciente acondicionadas al menos en su parte externa para que el visitante conozca el pasado minero de esta zona. Al fondo del barranco que forma el arroyo San Martín, se encuentra la Fuente de los Túneles de
los Moros, un lugar realmente mágico en el interior de la montaña.

Recorrida la zona y atendidas las explicaciones de los compañeros conocedores del lugar, un grupo más reducido, equipado a tal efecto, se dispuso a explorar una de las antiguas explotaciones mineras, por lo que pronto cascos y frontales sustituyeron a gorras y a gafas de sol.

Extremando la precaución que el lugar aconseja y adentrándonos apenas unos metros en una de las amplias bocas de acceso, pudimos recoger algunas muestras de galena. Se trata de cristales pequeños pero bien definidos, recubiertos en ocasiones de cerusita, y que generalmente aparecen sobre calcita diente de perro.

También comprobamos que estas oquedades, a salvo de los calores del exterior, son el refugio preferido de multitud de mosquitos, que literalmente cubrían algunos tramos de las paredes. Con la tarea hecha, salimos de nuevo al exterior, donde tras las despedidas de rigor pusimospunto y final a una gran fin de semana de minerales y amigos.