Va avanzando el año y poco a poco vamos cubriendo las etapas que nos planteamos en la asamblea general anual, allá por el mes de Febrero.

Llega Mayo y con él el buen tiempo. El sábado día 21 habíamos previsto visitar la mina de Katabera, en el corazón de Gipuzkoa.

Esta vez la salida era a un lugar cercano. A casi todos los socios nos resultaba una salida con pocos kilómetros de carretera por delante. Sin embargo, a la mayoría esta mina nos resultaba completamente desconocida.

Debe ser por la casi total ausencia de ninguna pieza destacable en las distintas colecciones.

Dicho esto, queda claro que el interés de esta visita no era sacar alguna pieza mínimamente curiosa para nuestras respectivas colecciones sino conocer un poco más del pasado minero de la zona y visitar una zona que, independientemente del interés mineralógico, bien merece una visita por la belleza de sus paisajes.

El tiempo además acompañó con un día radiante. Aunque las previsiones meteorológicas indicaban posibilidad de tormentas a la tarde, durante todo el día lució un sol espléndido y las temperaturas fueron muy agradables: ni frio ni demasiado calor que hubiera hecho más penosa la subida a las minas.

La mina de Katabera se encuentra en el municipio guipuzcoano de Oñati, en pleno macizo de Aizkorri. Es una zona escarpada de difícil acceso situada a 1055 metros de altitud.

La historia de la mina de Katabera comienza a finales del siglo XIX. La Real Compañía Asturiana de Minas delimitó y obtuvo los correspondientes permisos de explotación de esta mina.

La explotación de este yacimiento se realizó en galerías que buscaban los filones mineralizados. Se trataba de extraer de las entrañas de la tierra el Zinc y en menor medida el Plomo. Las vetas mineralizadas se encontraban en una zona de calizas arrecifales, con abundancia de fósiles.

Las galerías buscaban precisamente esas vetas. Extrajeron blenda de grano fino, calaminas y galena.

Lo escarpado del terreno hizo que en 1893 la Compañía Asturiana de Minas instalara un cable aéreo de 3100 metros de longitud para bajar el mineral un total de 540 metros hasta el alto de Udana, ya en la carretera entre Legazpia y Oñati. De ahí se podía sacar ya el mineral en carretas hasta su destino en las distintas plantas de tratamiento.

La producción de la mina no fue muy importante en cantidad lo que hizo innecesaria la construcción de un ferrocarril minero. Para transportar el mineral fue suficiente el cable aéreo anteriormente citado y desde ahí, la tracción animal.

La mina finalizó su explotación en el año 1935 por el agotamiento de sus filones. Todavía a día de hoy quedan algunas edificaciones en pie.

Para esta salida el punto de reunión quedó fijado en el parking del Santuario de Arantzazu. Lo cercano de la zona para casi todos los socios hizo que no tuviéramos que madrugar demasiado.

Poco a poco nos fuimos juntando en el santuario un nutrido grupo de personas con ánimos más que suficientes para pasar un buen día en cuadrilla.

Tras los saludos de rigor, fuimos llenando los coches de manera que tuviéramos que subir con la menor cantidad de vehículos ya que la zona para dejar los coches arriba no era muy amplia.

Como luego iríamos viendo algunos socios, la excursión era físicamente exigente e incluso un poco más larga de lo previsto, así que aprovechamos uno de los coches para meter algunas mochilas además de ayudar a algún socio a hacer más llevadera la subida.

El tiempo seguía acompañando y poco a poco y con buen ánimo fuimos ascendiendo la ladera, aprovechando para charlar y hacer algunas fotos. Los paisajes en mayo nos presentaban su mejor cara y las vistas de los montes en la distancia eran espectaculares.

Tras un buen rato de subida, llegamos a lo más alto de la pendiente.

Desde ahí, una intensa bajada hasta la zona de la mina y la correspondiente escombrera.

El hecho es que cuando llegamos a la escombrera, ya era casi mediodía. Casi todos estábamos bastante cansados así que aprovechamos para descansar un poco y reponer líquidos.

Algunos socios habían sido previsores y llevaron casco y frontal con la intención de explorar el interior de la mina. Una pequeña incursión de unos cuantos metros y quedó claro que la mina está en un estado ruinoso y es mejor no adentrarse más en el interior.

Mientas, el resto de miembros de la excursión íbamos admirando el paisaje y dando un martillazo aquí y otro allá. Inmediatamente se podía ver que no iba a ser un día de recogida de muestras.

Sin embargo y como habitualmente, no pudimos resistirnos a coger alguna piedra con la esperanza de que tras tratar, romper y limpiar, saliera alguna muestra mínimamente presentable con la que complementar la mineralogía de la zona en nuestras colecciones.

Tras haber descansado y ver que poco a poco aparecía alguna nube que podía amenazar el regreso, decidimos que el almuerzo iba a ser a medio camino de regreso aprovechando para ello una fuente que habíamos visto durante la subida.

La salida de la ladera de la mina hasta la cota en que debíamos empezar el descenso a los coches, como nos temíamos, fue especialmente exigente, haciendo mella en las fuerzas de algunos socios que lo pasamos realmente mal.

Afortunadamente, el almuerzo en una zona sombreada, con agua fresca recién cogida de la fuente sirvió para reponer fuerzas, «multiplicar fuerzas» y volver a sentirnos como nuevos.

De ahí, regreso a los coches sin demasiada prisa, ya que parecía que la tormenta iba a aguantar todavía un rato. Algunos socios aprovecharon para visitar Arantzatzu. Otros fuimos volviendo con la mente ya puesta en la siguiente salida que será en Junio a la localidad cántabra de Udías.